jueves, 9 de octubre de 2008

EL GENERO DELATA

Desde hace un tiempo se ha puesto de moda hablar sobre la perspectiva de género, las políticas de género, la equidad o igualdad de género, etc.etc. Y como está de moda, hablamos. Muchas veces, por estar a la moda, para sentirnos parte de un grupo... y pocas veces por convicción.

Cuando algo está de moda, podemos usarlo o no, y no pasa nada. Pero la convicción deviene de la realidad, y la desigualdad entre hombres y mujeres se palpa a cada rato, todos los días, en todos lados. Es tan cotidiana como “lavar los platos” y por eso no se ve y no nos convencemos de su existencia. Parecen solo palabras, y es una triste y dolorosa realidad, que hace que mujeres y hombres malgastemos una hermosa posibilidad de tener una vida mejor, más plena, más justa para ambos géneros.

Resulta bastante complicado explicar algo que no se ve, y más aún, que no se quiere ver... pero haremos el intento.

La biología nos divide por sexos: Mujeres y Hombres. Es una clara diferenciación sexual en la mayoría de las personas. Salvo en algunos casos llamados transgenéricos, en los que la naturaleza, la biología, los cromosomas de una persona no se han terminado de definir al nacer y se debe recurrir a la medicina y a la psicología para que colaboren en la distinción.

Tanto mujeres como hombres llegamos a este mundo dotados de dos brazos, dos piernas, dos manos, un cerebro... que son las herramientas que tenemos para desarrollar nuestra vida.

En lo único que nos diferenciamos, es en nuestra maravillosa sexualidad y en la capacidad de reproducción, las mujeres tenemos un útero, que podemos utilizar SI LO DECIDIMOS, para tener hijas o hijos, y los hombres no lo tienen. Por lo tanto, esa sería la única diferencia sustancial que debería condicionar el desarrollo de las personas.

En un mundo ideal, aquellas mujeres que en conjunto con sus parejas decidan procrear, necesitarán de cuidados especiales durante los 9 meses de gestación, el parto y el puerperio, por cada descendiente que deseen tener. Por ejemplo: una buena alimentación, una adecuada atención de la salud, licencias laborales, etc.

Pero pasado ese período, las mujeres y los hombres volveríamos a ser iguales en cuanto a los deberes y derechos para el desarrollo de la vida individual y colectiva. Esto no debería incidir en sobrecargar solo a las mujeres por el resto de sus vidas, en la responsabilidad del cuidado y crecimiento de la progenie, en desmedro de su propio crecimiento intelectual, laboral o profesional. Pero es lo que ocurre en el mundo real.

Luego, la sociedad, nos agrega a esta distinción biológica, una construcción cultural: lo femenino y lo masculino. Y aquí es donde aparece el género. Que como toda construcción cultural, se puede (y se debe) modificar.

Desde hace millones de años, se ha ido construyendo esta estructura social y cultural que ha sido destructiva para la relaciones humanas, injusta y desleal. Por eso, la perspectiva de género viene a delatar y a desvelar esta injusticia, esta desigualdad sufrida por millones de mujeres sometidas a lo largo de siglos, y de hombres sometedores.

Nos decían que las mujeres debemos ser femeninas, calladas, sumisas y serviciales y que nuestra función en la vida era sólo ser madres, ese era el mayor logro al que podíamos aspirar, las reinas de la casa, lavando, limpiando, cocinando, criando la descendencia y cuidando a las y los mayores, siempre adentro de casa y calladitas la boca. Esas eran las mejores mujeres, y las que se salían de ese rol designado por la cultura, eran malas.

Nos decían que los hombres deben ser masculinos, fuertes, capaces de dirigir y ser jefes y levantar la voz, capaces de proveer el sustento de la familia, que no debían llorar. Esos eran los mejores hombres, y los que demostraban debilidad o ternura, unos imbéciles u otras distinciones muy discriminatorias...

Y así llegamos a este tercer milenio, luego de grandes crisis económicas que nos sacaron a todas y todos a las calles abollando cacerolas, al grito de que se vayan todos...

Y nos demostraron que las mejores mujeres y los mejores hombres son las y los que emprenden la vida con una filosofía de conjunto, compartida en la lucha y en los logros.

Las mujeres que somos excelentes trabajadoras y reclamadoras de nuestros derechos, las desocupadas gritonas que salieron a cortar rutas reclamando la comida para sus familias: tanto para sus hijas e hijos como para sus compañeros hombres, a los que la crisis les quitó la posibilidad de cumplir con el mandato “masculino” de hombre proveedor porque los dejó sin trabajo y los sumergió en la culpa y la depresión.

Entonces, hablar de la perspectiva de género es una realidad, existe, nos ayuda a delatar que estas injusticias tienen que ver con el manejo del poder: tanto el de los hombres sobre las mujeres, como el de la cultura dominante sobre los individuos más débiles.

Se asignan roles y se somete desde el poder. A los pobres los someten los ricos para su propio beneficio y cuando no los necesitan los excluyen o los matan. A las mujeres las someten: primero el poder y también los hombres para su propio beneficio, y cuando no las necesitan o les molestan, las excluyen, les pegan, abusan de ellas, las violan o las matan.

Y esto es lo que no se quiere ver, ni decir. Y es lo que la perspectiva de género viene a delatar. La humanidad ha construido esta lógica de poder desde hace milenios, y como dice la filósofa Isabel Rauber: “Este cambio cultural que produce la mirada de género le puede llevar a la humanidad unos cinco mil años”. Y ya es hora de empezar por casa no?

Está tan marcada la diferencia de roles, el sometimiento de lo masculino sobre lo femenino, que en nuestro idioma español, las mujeres tenemos dificultades hasta en el lenguaje... no estamos, o estamos ocultas, no existimos.

Es increíble que para sentirnos parte todavía tengamos que pelear para que los hombres nos incluyan en su discurso, aunque ya algunas y algunos son capaces de decir: Señoras y Señores, compañeras y compañeros, vecinas y vecinos, jubiladas y jubilados, niñas y niños... cuando deben dirigirse a determinado público.

Porque aunque hasta ahora nos hayan ocultado y excluido, es una contundente realidad que somos más mujeres que hombres en todos los ámbitos en los que nos movemos a diario, pero no nos nombran.

Y lamentablemente, tenemos que reconocer que muchas de las mujeres que acceden con grandes esfuerzos, a algún lugar del poder, todavía están impregnadas de la cultura dominante y machista, y ejercen el poder igual que los hombres. Sometiendo e ignorando las diversidades.

La ciudad de Buenos Aires tiene una población mayoritariamente femenina siendo la tasa de masculinidad 84 varones cada 100 mujeres (Anuario GCBA 2004) a pesar de ello, Buenos Aires sigue arrastrando índices de inequidad que se reflejan en diferentes espacios y ámbitos.

Necesidad de Políticas Públicas con perspectiva de Género

Los indicadores de tasa de actividad en Buenos Aires, diferenciada por sexo, muestran que la mayor tasa de actividad corresponde a los hombres (V: 60%; M: 45%) y a la población de 25 a 49 años. Así mismo, para las jefaturas de hogar, se siguen registrando a los hombres mayoritariamente como jefes de hogar cuando se observa que el mercado laboral se ha modificado sustancialmente. Esta modificación estima que hay un subregistro de un 20% en jefaturas femeninas.

En términos de ingresos, para la Ciudad de Buenos Aires se repite el esquema de la estadística nacional. Las mujeres perciben salarios hasta un 30% menor que el de sus pares varones por similar posición, igual cantidad de horas laborables, y calificación.

Con respecto a composición familiar se observa que, en los casos de rompimiento de vínculo marital, los hijos conviven en un 40% más con la madre que con el padre. Esto se repite en todos los sectores sociales y en la franja de edad (de la madre) de entre los 25 y 45 años de edad. Estos datos son significativos a la hora de pensar políticas de viviendas, créditos y emprendimientos productivos y/o profesionales.

Otro tema que merece una mención especial, es la violencia de género. Es imprescindible diferenciar este tipo de violencia que padecen las mujeres por el sólo hecho de ser mujeres, de la violencia familiar o la violencia sexual.

La violencia de género se manifiesta subrepticiamente, se filtra en todos los ámbitos, tanto educativos, como de la salud, la justicia, el laboral y el doméstico.

A pesar de que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, tiene recursos variados para la asistencia a víctimas de violencia de género y sexual, no se han alcanzado los parámetros óptimos de denuncia, asistencia y prevención de la violencia de género. Se estima que sólo se registran el 20% de los casos de violencia de género y se asiste a tan solo del 6 al 8% de los casos.

Imaginemos un mundo ideal:

  • donde cada persona se haga cargo y se responsabilice de las tareas de reproducción y cuidado de la vida personal
  • donde cada persona pueda atender los cuidados de su descendencia y de sus mayores,
  • donde cada persona decida si quiere o no tener descendencia, y cuanta, y con que frecuencia
  • donde cada persona pueda elegir y desarrollar su elección sexual
  • donde cada persona sea escuchada para ejercer sus derechos
  • donde cada persona acceda a tener un trabajo digno
  • donde las personas reciban igual remuneración por igual trabajo, sean del sexo que sean
  • donde cada persona tenga iguales posibilidades de desarrollo personal y laboral sin cargas familiares que impidan su acceso a la capacitación y a cargos superiores
  • donde cada persona acceda a su derecho al cuidado de su salud
  • donde cada persona pueda decidir sobre su propio cuerpo

Para acercarnos a la concreción de este mundo mejor, es imprescindible contar con un estado responsable y presente, que instale y sostenga estas premisas en sus políticas públicas, a fin de contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de la población, reducir la violencia y la inseguridad e instalar una cultura más democrática, que se desarrolle en el marco de la equidad, la pluralidad y la diversidad que lo compone, integrándose a una ciudadanía plena de derechos.

Y nosotras y nosotros, desde el barrio, en nuestra vida cotidiana, poner cada dìa un poquito de esfuerzo para cambiar esta realidad tan injusta. Los hombres asumiendo las tareas domèsticas en igualdad horaria con las mujeres, las mujeres delegando esas tareas sin culpas, porque es su derecho.

Y todas y todos transmitiendo a las niñas y los niños que hasta ahora nos veníamos equivocando.

Al fin y al cabo, esto queremos decir cuando hablamos de género.

Cristina Lorenzo
de Mujeres Marchando

Copyright: Revista Aquí Mataderos – Año 23 – Abril de 2007 – Nº 247