viernes, 24 de octubre de 2008

LARGO ADIOS AL CLUB DE PARIS

La deuda actual con el Club de París es el saldo de una serie de operaciones iniciadas por el Estado argentino hace ya más de 50 años.

Cuando a partir del año 2004 el Gobierno decidió renegociar en sus montos, tasas y plazos, su deuda externa excluyó del ajuste las deudas contraídas con los organismos financieros internacionales (FMI, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo) y con el Club de París, que reúne a 19 países del mundo desarrollado.

La sorpresiva decisión del Gobierno nacional de cancelar la deuda con el Club de París ha generado un debate sobre la oportunidad, la forma y la necesidad de encarar, en un momento de tantas tribulaciones en el campo político, económico y social en el ámbito local, regional e internacional, una operación de esta naturaleza.

Este debate, siempre conveniente, no ha quedado circunscripto a los especialistas sino que se extendió a otros círculos más amplios. Según encuestas realizadas, un amplio espectro de la sociedad ha manifestado su acuerdo con la medida, entendiendo las circunstancias que aconsejaban llevarla a cabo.

La decisión comunicada por la Presidenta -sin que mediara expectativa alguna por parte de los medios especializados- de que había dispuesto instruir al ministro de Economía para cancelar la deuda vencida con dicha institución con recursos provenientes de las reservas disponibles del Banco Central, tomó por sorpresa a la opinión pública pero, sobre todo, a la clase política que tuvo que sentar posición respecto de la medida y elaborar argumentos para fundamentarla.

Hacía ya un par de años que el gobierno había iniciado las negociaciones para refinanciar esta deuda, pero el Club de París había puesto como condición la intervención del Fondo Monetario Internacional en el monitoreo de las políticas económicas nacionales.

Esta condición irreductible por parte de los acreedores no fue aceptada por el Gobierno argentino en una actitud que se correspondía con la decisión de librarnos de esa inaceptable tutela.

Resulta necesario tener presente que las decisiones del Club de París se toman por unanimidad y que algunos de los países miembros no guardan buen recuerdo de las quitas que tuvieron que aceptar algunos de sus ciudadanos durante la renegociación de la deuda en default.

Detengámonos brevemente sobre las reacciones negativas que ha despertado esta decisión entre algunos sectores -fundamentalmente opositores- que manifiestan que esos recursos deberían ser dedicados a imperiosos reclamos locales.

El argumento en este caso es, a nuestro juicio, débil, ya que con independencia de las limitaciones de tipo reglamentario y jurídico que lo impiden, es fácilmente imaginable el impacto que tendría sobre el proceso inflacionario lanzar al mercado una cifra en pesos de semejante volumen.

En cuanto a las argumentaciones críticas sobre la forma de pago, consideramos que las negociaciones dejaban en claro que lo que se pretendía era una renuncia por parte de la Argentina a su independencia en la toma de decisiones soberanas en materia de políticas económicas y sociales, independencia que si bien no es absoluta, se reduciría sensiblemente con la intervención del FMI.

La presión del sistema financiero internacional, transmitida por parte de importantes representantes de países con los cuales la Argentina tiene relaciones comerciales, hizo difícil diferir la solución del conflicto.

En un marco complejo, tanto en el ámbito local como en el internacional, el gobierno tuvo que tomar el único camino posible: la cancelación del total de la suma vencida que asciende, con intereses y punitorios, a una suma cercana a los 7 mil millones de dólares.

El camino para la concreción del pago no es simple. El Poder Ejecutivo deberá elevar al Parlamento un proyecto de ley que apruebe el pago, pero por sobre todo, que autorice el uso de las reservas del Banco Central para hacerlo, además de tomar precauciones para evitar posibles embargos de los acreedores que no aceptaron el canje de deuda.

Deseamos, en primer lugar, señalar que compartimos una opinión favorable con la decisión tomada porque, entre otras razones, es una deuda que interfiere con las relaciones comerciales que la Argentina tiene con los países miembros del Club de París.

En segundo lugar, si bien se trata de un monto reducido en relación con la deuda pública total, al cancelar un pasivo en moneda extranjera se mejora su perfil, al tener un mayor porcentaje de deuda en moneda local.

En tercer lugar, se favorecen las posibilidades de que inversores domésticos y extranjeros obtengan financiamiento externo a tasas menores que las vigentes y el acceso a garantías de inversión que actualmente les están vedadas.

En cuarto lugar, si las conocidas calificadoras de riesgo actuaran con objetividad, deberían modificar sus guarismos respecto de la Argentina, restándoles argumentos a los profetas del desastre que resurgen a la luz de los problemas que acechan al país en esta crisis financiera internacional.

En quinto lugar, aunque las reservas del Banco Central han conocido períodos más holgados, la modificación que se producirá en su monto una vez efectuado el pago no alterará sustancialmente su capacidad de intervención en el caso de que fuera necesaria.

En sexto lugar, si bien el monto a saldar es una cifra significativa para la economía argentina e insignificante desde el punto de vista del sistema financiero internacional, consideramos que los efectos a nivel local no serán sustanciales, en la medida en que se mantengan los equilibrios macroeconómicos que hasta ahora acompañaron y son requeridos para consolidar una economía con desarrollo sustentable en el tiempo.

Por último, dos reflexiones finales. Es predecible, que el Gobierno crea oportuno continuar con una depuración de las deudas que aún no fueron consideradas. El hacerlo, volverá a generar una discusión, que será dura pero positiva.

Es bueno que la sociedad active su interés por participar en las decisiones del Gobierno, ya que así le dará la fortaleza que no surge cuando la toma de decisiones es hecha en pequeños cenáculos.

Mientras se resuelven estos importantes asuntos de Estado, no olvidemos que el objetivo prioritario que hoy nos interpela sigue siendo la distribución equitativa del ingreso y a ello nos debemos abocar todos: Gobierno, oposición, productores y trabajadores.

por Abraham Leonardo Gak
Profesor honorario de la UBA